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martes, 8 de marzo de 2011

Infancia: ¿derecho de todos o solo de unos pocos?
    Parece una pregunta muy simple, pero en realidad tras ella se esconde un gran problema. Todos hemos sido niños alguna vez, hemos jugado, hemos disfrutado… Aunque la niñez creo que es un derecho que deberíamos tener todos, hay miles de niños en el mundo que no tienen infancia y directamente pasan a convertirse en adultos. 
    Para dar respuesta a esta cuestión voy a tener en cuenta en la sociedad injusta en la que vivimos en la que unos tienen tanto y otros no tienen nada, en la que hay una gran diferencia entre países desarrollados y países tercermundistas. Por lo tanto creo tener niñez o no depende del país en el que naces. Para reforzar este argumento voy a apoyarme en un ejemplo: Los niños soldados viven en  países en los que los conflictos bélicos son diarios, estos niños son arrebatados a sus padres y obligados a luchar continuamente, sus condiciones de vida son míseras. Estos niños sufren cada día, y este sufrimiento les hace convertirse en adultos desde el momento en que le dan un arma para disparar, porque su ideal de vida es: “Mato o me matan”. Sin embargo un niño al que no le han arrebatado su infancia su ideal de vida es: “jugar”
    Pero también podría contra argumentar  ya que dentro de un país desarrollado también hay diferencias entre unos y otros dependiendo de la familia en la que nacen: Unos tienen mucho y están rodeados de juguetes a los que ni les dan importancia  sin embargo hay niños vagabundos que tienen que pedir dinero o buscar comida en contenedores para sobrevivir.
   Por otro lado un hecho que en la actualidad creo que arrebata la infancia a muchos niños es el de la explotación infantil, muchas de las multinacionales que se dedican a fabricar productos como por ejemplo: ropa, calzado, juguetes… prefieren trasladar sus fábricas a países como China donde la mano de obra es más barata. Los trabajadores niños que trabajan entre 14 y 18 horas diarias, que duermen en las mismas fábricas y su sueldo no supera los noventa euros mensuales. Esta situación no solo les arrebata su infancia sino también una educación, que es algo a lo que todos tenemos derecho. No obstante pienso que  los jefes los utilizan como medios para conseguir el mayor número de bienes posibles sin mirar que esos niños sufren y que les están arrebatando su felicidad. De este argumento surge otro problema: ¿es necesario que para que un niño sea feliz otro tenga que sufrir? Si lo miramos desde el este punto de vista si es necesario, porque para que un niño pueda jugar otros están haciendo sus juguetes en unas condiciones lamentables. Sin embargo pienso que si no se explotase a los niños de esta forma  no sería necesario y todos los niños podrían ser felices.
     Está claro que ninguno de nosotros podemos cambiar el mundo en un solo día. Pero quizá deberíamos empezar por valorar más nuestra vida, la infancia que hemos tenido, ya  que puede un niño que  nació el mismo día y a la misma hora que nosotros  y solo a unos cuantos kilómetros de aquí no ha podido comprobar lo que es eso, ni han podido  valorar sus juguetes ya que el único juguete que tienen han conocido es un arma para disparar o simplemente los juguetes que produce todos los días para otros niños.
    En conclusión, la infancia en teoría es un derecho que todos deberíamos tener pero que solo muy pocos niños la conocen.

miércoles, 2 de marzo de 2011

"Quien no arriesga no gana"...
La semana pasada vi una entrada de Rosalía que me gustó mucho y me quede especialmente con esta frase, de la cual me surgió una pregunta: ¿Podríamos conseguir nuestros propósitos sin arriesgarnos?
Un dia buscando de casualidad me encontré este poema de Pablo Neruda que se identifica mucho con mi pregunta. Este poema quiere decirnos que hay que arriesgarnos continuamente y que tenemos que salir de la rutina en la que vivimos, ya que si no lo hacemos morimos lentamente.
                
                        ¿Quién muere?
Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito,
repitiendo todos los días los mismos trayectos,
quien no cambia de marca.
No arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.

Muere lentamente
quien hace de la televisión su gurú.

Muere lentamente
quien evita una pasión,
quien prefiere el negro sobre blanco
y los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones,
justamente las que rescatan el brillo de los ojos,
sonrisas de los bostezos,
corazones a los tropiezos y sentimientos.

Muere lentamente
quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo,
quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño,
quien no se permite por lo menos una vez en la vida,
huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente
quien no viaja,
quien no lee,
quien no oye música,
quien no encuentra gracia en si mismo.

Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.

Muere lentamente,
quien pasa los días quejándose de su mala suerte
o de la lluvia incesante.

Muere lentamente,
quien abandona un proyecto antes de iniciarlo,
no preguntando de un asunto que desconoce o
no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.

Evitemos la muerte en suaves cuotas,
recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor
que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos
una espléndida felicidad.